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Lo que no comemos

Las informaciones sobre relaciones dosis-efecto en el mundo de la nutrición, de la toxicología, de la farmacia… suelen llegar al consumidor,  en la mayoría de los casos, como verdades dogmáticas: Con tantos miligramos de tal nutriente previenes tal enfermedad, con tantos milicentigramos de tal contaminante te mueres seguro… Incrustar las ciencias matemáticas en las ciencias de la vida ha hecho flaco favor a los consumidores.

Algunas verdades que sí estarían más cerca del dogma, como aquella de “no hay enfermedades, sino enfermos”, han caído, sin embargo en el olvido.  Pero casi peor que especular con dosis y consecuencias es imputar culpas a determinados alimentos, cuando el problema no es consumirlos, sino lo que dejamos de comer cuando nos dedicamos a la ingesta monocolor de alguno de los que resultan cuestionados, circunstancias que suelen ir ligadas.  El binomio “exceso de / déficit de” no debería romperse nunca. En el gran consumidor de proteína animal que no ingiere ni el 20% de la fibra que necesita, ¿cuál es la causa de sus males?  Juntemos ahora los dos errores: Atribuir enfermedades graves al consumo de una cantidad muy concreta de un alimento, cuando el problema es lo que el sujeto no está comiendo.

Llama la atención que, con un carcinógeno ultraconocido como es el tabaco, nadie se atrevió a decir si se precisaban 6 ó 16 cigarrillos/día para producir cáncer. Sin embargo, sí se afirma con rotundidad…¡de 20 gramos de embutido! Embutido. Sin más pistas y para cualquier tipo de consumidor. Ustedes concluirán.

JOSE IGNACIO ARRANZ RECIO

Foro Interalimentario

Director General

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